Qué es creer.
La expresión “yo creo” en la vida del creyente determina toda su vida. Cuando dice “yo creo” lo que está diciendo es que admite la existencia de Dios, que puede entrar en relación y comunicarse con Él. La relación es confianza, diálogo íntimo, conocimiento y reconocimiento. Dios me habla y yo le escucho.
Si tenemos fe, todo lo vemos de otra manera.
La fe es la respuesta del hombre a la revelación que Dios ha hecho de sí mismo. Por una a parte es un don de la gracia de Dios. Dios hace posible que podamos responder a su Palabra. Pero también la fe es un acto libre y responsable del hombre.
La fe nos hace felices porque nos une a todos los creyentes de ayer y de hoy que constituyen la Iglesia. Aunque la proclamación de la fe se hace en primera persona del singular “Creo en Dios Padre”, siempre es un acto de toda la Iglesia, ya que todos creemos en lo mismo.
La fe no es irracional, no va contra la razón, sino que se basa en motivos razonables, y también en la confianza plena en un Dios que no puede engañarnos. San Agustin decía: “Creo para comprender y comprendo para creer mejor”.
Por qué hay dos Credos.
Fueron los apóstoles los primeros que transmitieron el mensaje de Jesús cuando Él subió al cielo. Pronto vieron que era conveniente resumir esta enseñanza en unos cuantos artículos expresados en lenguaje sencillo, que sirvieran como signo de identificación y comunión entre los creyentes. Así apareció el Símbolo de los apóstoles, que es el Credo más antiguo y más breve. Servía para proclamar la fe en el Bautismo y por eso está articulado en torno al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Más tarde, en el siglo IV, apareció el Símbolo de Nicea y Constantinopla, que es el Credo largo, y añade algunas expresiones elaboradas en esos primeros concilios para aclarar algunos puntos de nuestra fe, que habían sido discutidos en aquel tiempo Es muy interesante recordar lo que decía San Cirilo de Jerusalén en el siglo IV a los adultos que se preparaban al Bautismo:
“Al aprender y profesar la fe, adhiérete y conserva solamente lo que ahora te entrega la Iglesia, lo único que las Santas escrituras acreditan y defienden. Como no todos pueden conocer las Santas Escrituras, unos porque no saben leer, otros porque sus ocupaciones se lo impiden, para que ninguno perezca, hemos resumido en los pocos versículos del Símbolo el conjunto de las enseñanzas de la fe. Esta fe, que estás oyendo con palabras sencillas, retenedla ahora en la memoria, y en el momento oportuno comprenderéis por medio de las Escrituras lo que significa exactamente cada una de estas afirmaciones.
Porque tenéis que saber que el Símbolo de la fe no lo han compuesto los hombres según su capricho, sino que las afirmaciones que en él se contienen han sido entresacadas del conjunto de las Santas Escrituras y resumen toda la enseñanza de la fe.
Y ala manera sencilla del grano de mostaza que, a pesar de ser un grano tan pequeño, contiene ya en sí la grandeza de sus diversas ramas, así también las pocas palabras del Símbolo de la fe resumen y contienen, como en una síntesis, todo lo que nos dan a conocer el Antiguo y Nuevo Testamento. Conservad cuidadosamente la tradición que ahora recibís y grabadla en el interior de vuestro corazón”.