Estimados feligreses:

De nuevo, ante nosotros, la Semana Santa. En ella celebramos el núcleo de nuestra fe: La pasión, la muerte en cruz y la resurrección de Cristo, que se entrega por amor a cada uno de nosotros.

El mundo nos dice: hay que ser un ganador, hay que tener éxito. Si eres un perdedor, eres un desgraciado, no vales para nada.

Pero, cuando contemplamos a Jesús clavado en la cruz, nos damos cuenta de que nosotros somos seguidores de un perdedor, de alguien que acabó, humanamente hablando, en el fracaso total.

Sin embargo, al mismo tiempo, cuando contemplamos a Jesús en la cruz, sentimos una gran alegría de ser sus seguidores. Porque creemos, de corazón y con todo el convencimiento, que este perdedor, que fracasó porque puso los criterios de Dios por encima de cualquier otra cosa, es decir, los criterios del amor, y sobre todo del amor a los pobres, vive ahora por siempre y es fuente de vida para todos nosotros y para toda la humanidad.

Con la ayuda de unos ritos sagrados, a los que unimos en la semana santa nuestras imágenes y procesiones,  reviviremos en nuestra comunidad parroquial el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Serán unos días  que nos manifiestan el insondable amor de Dios por nosotros. Serán unos días en los que el Señor Jesús nos dará la prueba suprema de su amor, entregando su vida por nuestra reconciliación. Contemplando al crucificado se nos dará la posibilidad de medir hasta el fondo la verdad de las palabras de Jesús: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).

En la noche de Pascua participaremos en la fiesta más grande del año: El triunfo del amor. Jesús muerto por amor, vive para siempre. Comprobaremos que su camino es realmente un camino de vida. Nada nos separará de su amor. Y nosotros agradecidos renovaremos nuestro bautismo y nos sentaremos en la mesa de la Eucaristía unidos con Jesús para siempre.

Somos conscientes que en muchas comunidades parroquiales estos serán días de trasiego de personas y la nuestra no va a ser una excepción: algunas que marcharán fuera, y quizá otras,  que se añadirán procedentes de otros lugares. Que la necesidad de descanso y desconexión no haga que se deje de lado la celebración de estos días centrales de nuestra fe. Invitamos a todos a vivir con sentido cristiano, allí donde estén, lo que celebramos: la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

 

Sebastián García Martín

Párroco