Estimados feligreses
Para un vecino de Santa Úrsula nombrar Octubre es hablar de las Fiestas Patronales. La parroquia, el ayuntamiento, las comisiones, banda de música, grupos folklóricos y vecinos se movilizan para darle el mayor esplendor posible a través de actos religiosos y profanos.
Desde la parroquia no queremos ni podemos olvidar que se trata de las fiestas de la Copatrona, Ntra. Sra. la Virgen del Rosario y de nuestra Patrona, Santa Úrsula Mártir. La devoción a María y a Santa Úrsula, si es verdadera, lleva necesariamente al deseo de imitar las virtudes de María y el compromiso y entrega de Santa Úrsula. Celebrar las fiestas es como asistir a un curso extraordinario en la escuela de María, ya que de la Madre del Verbo Encarnado se puede aprender cómo ser verdaderos discípulos de Jesús. Y de Santa Úrsula cómo llevarlo a la práctica.
Desearía que “el saluda” de este programa de las fiestas patronales de 2017 fuese la primera lección de este curso.
Cuando el amor a la Virgen es auténtico, quien lo practica advierte la necesidad de seguir a Jesús “al modo” de María. Este “estilo mariano” se distingue por la virtud fundamental del corazón de María: la humildad (cf. Mt 11,29). Alguno ha escrito que cuando Jesús proclamó las Bienaventuranzas, su pensamiento estaba dirigido a su Madre. Las vivía todas de manera perfecta.
La Virgen, en el canto del Magnificat, habla de su humildad entendida como pequeñez, para explicar la razón de su elección: porque era tan pequeña, humilde, Dios se inclinó sobre ella (cf. Lc 1,48).
Lo que atrae el favor de Dios no es la “grandeza” sino la “pequeñez” frente a Dios y frente a las otras criaturas.
El primer signo de la autenticidad de la fe es la humildad del corazón, similar a la de María, quien es siempre consciente de su propia pequeñez y de la infinita grandeza de Dios. El que es humilde se abre a la verdad. A los humildes el Señor les revela la verdad de sí mismos, porque son capaces de acogerla (cf. Mt 11,25).
Por ello, mientras más pequeños seamos confiándonos a María, más el Señor nos hará capaces de acogerlo. Un corazón humilde está animado por la auténtica caridad que “no busca su propio interés” (1Cor 13,5). Un corazón humilde no actúa según la lógica del mundo, que todo lo centra en sí mismo, sino que “corre” hacia Dios y hacia su prójimo, como María que, llevando a Dios en su seno va “deprisa” a ver a su anciana prima Isabel. Cuánto de esto nos puede hablar también Santa Úrsula con la entrega generosa de su vida.
Demos gracias a Dios por las fiestas cristianas. Nos van dando la oportunidad de una reflexión seria en los diversos aspectos de la vida. Demos gracias a Dios por los organizadores, que tanta dedicación, tiempo y cariño ponen en ellas. Demos gracias a Dios por todos los que con ellos colaboran. Correspondamos con nuestra presencia.
Sebastián García Martín